- Proceso de Paz
- Generación paz
Desde lo más alto de la Cordillera Occidental en Briceño, Antioquia, los campesinos intentan explicarse porqué Colombia rechazó en las urnas la posibilidad más cercana de terminar la guerra, y claman a la sociedad para que apoye la paz que desde ya se siente en sus tierras gracias al desminado humanitario y la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos que se adelantan en once veredas de ese municipio.
El sol se esconde a las siete de la tarde. De día o de noche, la guerrillerada está emprendiendo camino desde los Llanos del Yarí, al Suroriente de Colombia, hacia “lugares seguros”. En esas planicies coloradas de guacamayas y ríos, unos dos mil quinientos hombres y mujeres alzados en armas se reunieron a propósito de la Conferencia de las Farc: la ocasión donde se toman las decisiones más trascendentales de la organización que esta vez era nada menos que acallar los fusiles que han empuñado por 52 años. Esta era la Décima, la primera no clandestina, y la útlima en armas.
El triunfo del NO en el plebiscito por la paz del pasado domingo, conllevó a la incertidumbre sobre si se reabre la negociación con la guerrilla de las Farc y, por otro lado, a tomar decisiones en privado con los partidos políticos, los líderes religiosos y, por supuesto, el uribismo que promovió el rechazo al Acuerdo Final y fue el triunfador porcentualmente en la refrendación.
Su mirada apunta al horizonte. Aún en los peores momentos, cuando tenía seis años y su padre fue asesinado; cuando se casó por primera vez y su esposo corrió igual suerte; cuando sus dos hijos fueron desaparecidos y luego los halló muertos a manos de paramilitares, Pastora levanta el espíritu y no solo continúa caminando sino que arrastra con determinación y fuerza otras mujeres víctimas, jóvenes y campesinos quienes, como ella, abandonaron el municipio de San Carlos, Antioquia, en los años más oscuros.
Hay que seguir.
Los votos de Bojayá, de La Macarena, de Caloto, de Silvia, de Miraflores, de todo el Chocó, de las zonas selváticas y de los desiertos de la Guajira, del Pacífico negro y olvidado, el sí rotundo de ellos es un mandato moral para seguir.
Volver a la guerra no es una opción.
Rescatemos las palabras pronunciadas por Estanislao Zuleta desde un campamento del M-19 en el proceso de paz de Santo Domingo, Cauca en el 89:
Hoy en día el aprendizaje del diálogo es el elemento más importante para la supervivencia de la humanidad.
Las caras largas no se hicieron esperar. Conmoción y llanto vivieron los simpatizantes del sí cuando ayer en la tarde se empezó a conocer que el rechazo a los acuerdos de La Habana se imponía sobre la aprobación. Más de la mitad de los colombianos habilitados para votar no lo hicieron. La abstención fue la más alta en la historia de Colombia, aún cuando la decisión que se tomó marca el futuro de estas y las futuras generaciones. De todas formas tanto SÍ como NO pasaron el umbral del trece porciento en el censo electoral para que su opción resultara definitiva.
Con satisfacción informamos al país que en el día de ayer fue entregado al CICR un primer grupo de 13 menores de edad que se encontraban en nuestros campamentos en el departamento de Antioquia.
En la operación participaron, además de los dos integrantes del CICR, dos representantes de las organizaciones sociales ANZORC y CONPAZ, quienes han cumplido con la importante labor de recibir y guiar a los menores.
La participación directa de niños, niñas y adolescentes en las filas del conflicto armado ha sido una de las más crueles consecuencias de la prolongada guerra en Colombia. No solo las guerrillas, sino también los paramilitares, las mafias del narcotráfico y las bandas criminales han usado a los "menores" de edad para sus actividades criminales. En el caso de la insurgencia como las Farc y el ELN estos han sido acusados permanentemente de "reclutamiento de menores".