David González, quien ha documentado las peores caras del conflicto destacando la luz de las víctimas, invita a aprovechar la circunstancia actual para fortalecer el periodismo y ponerle foco a las personas humildes y los territorios que sufren por la acción militar de ilegales y legales en lugares olvidados.
Hay que seguir.
Los votos de Bojayá, de La Macarena, de Caloto, de Silvia, de Miraflores, de todo el Chocó, de las zonas selváticas y de los desiertos de la Guajira, del Pacífico negro y olvidado, el sí rotundo de ellos es un mandato moral para seguir.
Volver a la guerra no es una opción.
Rescatemos las palabras pronunciadas por Estanislao Zuleta desde un campamento del M-19 en el proceso de paz de Santo Domingo, Cauca en el 89:
Hoy en día el aprendizaje del diálogo es el elemento más importante para la supervivencia de la humanidad.
Dice Negri en Imperio que “La guerra se está convirtiendo en el principio organizador básico de la sociedad, y la política simplemente en uno de sus medios o disfraces.” Agrega que en ese ambiente de guerra perpetua el pacifista es un revolucionario.
Seamos entonces revolucionarios por la paz. Pero no revolucionarios ingenuos.
Que el diálogo sea franco y entre iguales. No podemos caer en la trampa de subestimar las enormes fuerzas que viven de la guerra y que se opondrán a cualquier intento de resolver nuestro conflicto por la vía dialogada. A ellos, nuestra pluma para desenmascararlos con buen periodismo.
Hagamos de los relatos el instrumento de la esperanza. ¿Cómo? Haciendo lo que no hemos hecho. Sumergiéndonos a escuchar las víctimas del conflicto y sus causas en la Colombia profunda, esforzándonos para desarmar la palabra y por hacer de nuestro servicio público un vehículo de paz.
Hay que seguir sin ingenuidad y con esperanza. Pero hay que seguir. Las votaciones de ayer de esos territorios en guerra nos lo exigen.