Una historia sobre las mujeres de la Comuna 13 de Medellín y su papel en la resistencia civil y organización comunitaria durante conflicto armado, la búsqueda de sus seres queridos víctimas de desaparición forzada y la confirmación de que La Escombrera, es una fosa común, con el hallazgo de cuatro cuerpos a finales de 2024 e inicios de 2025 por las entidades del Sistema Integral de Paz creado por el Acuerdo de Paz.
I
La cita era a las diez de la mañana. Tras un leve retraso, el primero de tres grupos grupos de periodistas autorizados para registrar “el milagro” del momento ingresó a La Escombrera en camionetas y carros de sus canales de televisión a documentar lo que, hasta el 18 de diciembre pasado cuando se hallaron los primeros restos óseos humanos en ese polémico terreno de propiedad de empresas “areneras” que lo usufructúan económicamente, parecía imposible. “Ahí no van a encontrar nada”, le había dicho el hoy nuevamente alcalde del distrito de Medellín, Federico Gutiérrez, a las mujeres buscadoras en 2016.
Con el hallazgo de dos cuerpos al cierre de 2024 y más restos humanos el 10 de enero pasado se confirmó, al fin, lo que las supuestas “locas” repetían hasta el cansancio y, en algunos casos, hasta la muerte (22 de ellas han fallecido desde que inició la búsqueda): que la llamada Escombrera de la Comuna 13 de Medellín, donde durante años y pese al clamor de las víctimas, se han arrojado más de 5 millones de toneladas de escombros, es una fosa común. Una donde, desde el año 2001, los paramilitares ocultaron cuerpos de hombres y mujeres asesinados de forma violenta.
“Todas las víctimas presentan signos de violencia peri mortem, es decir, como causa de muerte, y lesiones compatibles con proyectiles de arma de fuego, específicamente tiros de gracia”, especificó la JEP. “Estos resultados se dieron luego de la reactivación de la intervención forense, el pasado 7 de enero, y tras la medida cautelar que ordenó la JEP para proteger La Escombrera, bajo la presunción que podrían hallarse cuerpos de víctimas de desaparición en el marco del conflicto armado”, señaló la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) tras el nuevo hallazgo.
De acuerdo con el comunicado 006, del 23 de enero de 2025, de la JEP: “En La Escombrera, fueron asesinados y desaparecidos habitantes de la Comuna 13. Esta verdad judicial está respaldada de manera inequívoca por la evidencia documentada por la JEP y los detalles del proceso forense. Cualquier intento de ponerla en duda o sugerir lo contrario es, además de infundado, una ofensa para las víctimas y, ante todo, socialmente inmoral”. Así mismo, la Jurisdicción señala que “las personas halladas en La Escombrera fueron víctimas de desaparición forzada entre 2002 y 2003”, años en que -según informes del Cinep, el Centro Nacional de Memoria Histórica, el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión NAcional de Reparación y REconciliación (CNRR), y el Tribunal de Justicia y Paz y Fiscalías de Medellín que desplegaron acciones investigativas a partir de la Ley 975 de 2005- en dicho territorio incursionaron y operaron los bloques Cacique Nutibara y Metro de las Autodefensas. “Sus crímenes -señala la Jep respecto de los investigados en La EScombrera- hacen parte del universo provisional de hechos y conductas investigados en el Subcaso Antioquia del Caso 08”, el cual se dedica a los crímenes paraestatales.
Margara, Luz Elena, Adriana, María Auxilio, Alejandra, lloraron de alegría y de tristeza. Doña Ángela, en cambio, no pudo con la emoción. Falleció al día siguiente del primer hallazgo. ¡La verdad, al fin, estaba siendo desenterrada! “El descubrimiento de estructuras óseas en La Escombrera coincide con las denuncias presentadas por las organizaciones de víctimas de la Comuna 13 y de defensa de derechos humanos de Medellín que -durante dos décadas- han insistido en que este lugar fue escenario de desapariciones forzadas”, destacó la JEP.
Por eso, en medio de la medición de fuerzas con la alcaldía de Gutiérrez y concejales de su línea política que estaban empeñados en borrar murales con la frase “Nos están matando” dibujada durante el llamado estallido social de 2021, nació la frase y hoy campaña internacional “Las Cuchas Tenían Razón”. El mensaje fue pintado en gran formato en una avenida cercana a la Terminal de Transporte Norte de la capital antioqueña, y horas después fue borrado como el mural anterior. “Si tapan uno, pintamos miles”, respondieron los artistas de Fuerza y Graffiti y otras colectividades que han llevado a que hoy sean 20 municipios de Colombia, y unos siete países del mundo, donde la frase se ha tomado los muros de avenidas, colegios y centros culturales.
Mientras los reporteros constatan porqué las señoras tenían razón en el lugar de los hechos, la suela de un zapato negro y una bolsa de supermercado Consumo asoman entre la tierra de esta montaña de desechos en cuyas entrañas siguen excavando antropólogos e investigadores judiciales, gracias al “cirirí” de un centenar de mujeres, sus abogadas, y el Acuerdo de Paz. Una cocacola, vasos plásticos, sillas, mesas, policías y periodistas se resguardan del sol bajo una carpa ubicada en el área superior al lugar preciso de los hallazgos: una capa de tierra que coincide, según explicaron cuidadosamente los antropólogos de UBPD y JEP, con los años 2001 a 2003. La excursión sale apurada porque un nuevo grupo ingresará en breve a tomar fotos desde la esquina. “Y cero entrevistas, no nos pueden citar”, explican los jefes de prensa durante el recorrido en La Escombrera donde participamos diversos reporteros.
Agrupadas en el Movimiento Mujeres Caminando por la Vida, en otras formas organizativas, o de manera individual, las mujeres buscan a sus hijos, niñas, esposos y seres queridos a quienes la guerra se tragó en esta esquina occidental de Medellín desde el año 2000. En esta épocala ladera de gente empobrecida y olvidada por el Estado -desterrados por la violencia del Chocó y el Urabá antioqueño en su mayoría- se convirtió en zona de combate entre insurgencias armadas y paramilitares del Bloque Cacique Nutibara, que desplegaba sus filas por este corredor estratégico donde, años después, se construiría un megatúnel para conectar al aislado Valle de Aburrá con el Mar de Urabá. Y donde además se asentaría buena parte de los desmovilizados tras el proceso de paz con los “paras” que se acogieron a la Ley de Justicia y Paz, gracias a la cual afloraron los primeros testimonios de ex paras señalando que sí, que a La Escombrera llevaban pelaos para asesinarlos, y que allí mismo los ocultaban.
Fue en el 2002, con la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia y el despliegue de su cuestionada política de “seguridad democrática”, cuando los pobladores de la 13 conocieron el Estado. La “mano firme” del gobierno Uribe se dio a conocer disparando desde helicópteros, con más de mil efectivos, cortando la energía eléctrica y la iluminación en las calles, en una zona densamente poblada donde los civiles llevaron la peor parte. “A mí me tocó la Operación Orión, todos vivíamos debajo de la cama, no se podía salir, pero no nos imaginábamos que lo peor estaba por venir”, recuerda Luz Elena Galeano, de Mujeres Caminando, quien detalla cómo, en 2018, desapareció su esposo: Lo bajaron de un bus colectivo, lo trasladaron a otro carro y lo habrían llevado hacia La Escombrera.
“El Estado no nos escuchó sino hasta que se firmó el Acuerdo de Paz y se creó la UBPD y la JEP, entonces nosotras, como víctimas, llevamos una propuesta a la Jurisdicción para que ellos solicitaran medidas para varios cementerios y lugares de inhumación del país, entre ellos La Escombrera. Nos decían que estábamos locas”, relata Luz Elena Galeano desde un sofá en la sala de su casa donde, después de dieciseis años, aún se siente el vacío de Luis Javier y donde la mujer, cayendo la tarde, reposa de los ires y venires a la montaña de escombros desde que se retomó la excavación por orden de la JEP, en 2024.
“Ha sido muy importante poderle demostrar al país que nosotras estábamos diciendo la verdad. Esto es una muestra de porqué las mujeres debemos ser escuchadas”, asegura la señora ya lejos de su barrio en la 13. Para ella quizá el clamor de un centenar de hombres hubiese sonado más fuerte en los oídos de múltiples instituciones donde fueron ignoradas, una y otra vez, y luego perseguidas, amenazadas y estigmatizadas como respuesta a sus reivindicaciones. Los “combos” decían que a mi casa iba mucha autoridad, averiguaban mucho, y eso no les convenía. Antes de revisar si el agua ya está hirviendo para preparar el último café del día, ojea su celular y lee: En la 13, las mujeres mueven montañas. Nos tocó, responde para sí. Y toma un pocillo aunque desee, noche a noche, y cada mañana, que fueran dos.
II
Como Luz, Márgara y otras tuvieron que huir de la Comuna al ser declaradas objetivo militar. En otro barrio empinado de la ciudad, Margarita Restrepo se observa en las fotos de muros que siguen reproduciéndose por el mundo. ¿Por qué tantas mujeres? ¿Dónde están los hombres? Con dulzura y a la vez fuerza en sus palabras, la señora, quien busca a Carol Vanessa, su hija desaparecida de 12 años tras la Operación Orión, responde:
“En la Comuna 13 las mujeres nos quedamos viudas, nos mataron a los hijos, o los desaparecieron. Entonces, ¿qué nos tocó a las mujeres? Amarrarnos y ser mamá, ser papá, ser defensora, enterrar a los muertos, unas, y ponernos a buscar al desaparecido, las otras (...) Obviamente viene el dolor, viene la desesperación. Pero uno tiene que pararse y borrarse el pantano que le tiró la vida y seguir adelante y pensar en otros seres que los necesitan a uno, los hijos, los nietos. Ese ser que la vida le arrebató, sí, no está, y harto daño hizo el Estado o el que desapareció, pero ya no está y no dejaremos de buscar. Y no somos pocas. Una mujer sola no hace llover, pero muchas sí. Y a nosotras el mismo conflicto nos llevó a la necesidad de organizarnos y ser muchas. El dolor lo pone a uno a prueba. Pero qué más vamos a hacer. Ahí es donde uno se tiene que repartir. La mujer es como un pulpo. A mí me tocó ser madre cabeza de familia, defensora de mi territorio, buscadora de mi hija, defensora de mis hijos y defenderme yo: de las amenazas, de la Fuerza Pública. Yo tengo detención, persecución, amenaza, detención arbitraria, secuestro, señalamientos, desplazamiento. Entonces me tocó enfrentarme a muchas cosas y aquí estoy. Es muy duro. ¿Pero sabe porqué lo hacemos? Porque podemos. Porque somos mujeres. Porque somos madres. Y así como defendemos nuestro propio hogar con uñas y dientes, alzamos la voz, y protegemos”.
Márgara, Luz, y las demás mujeres buscadoras encarnan lo que la Procuraduría, quen solicitó en 2024 a la Unidad de Víctimas que declare a la Comuna 13 como sujeto de reparación colectiva, señaló así en su informe: “El papel de la mujer en el conflicto de la Comuna 13 ha sido preponderante, fueron ejemplo de resistencia, son parte fundamental de la memoria, de los liderazgos y también buena parte de las víctimas (...) Las mujeres ocuparon un papel relevante en la resistencia y la generación de espacios no violentos, a pesar de las dificultades y la falta de apoyo institucional. Las mujeres se han empoderado para defender el territorio y sus familias, con su cuerpo, su vida y su dolor (...)”.
Uno nuevo aporreó el ya fuerte corazón de doña Margarita cuando borraron su rostro del primer mural. “Me lo tomé personal, me dio muy duro ver cómo algunos no quieren ni siquiera que se nombre lo que sufrimos, pero entendí que no se trata de mí, ni de lo que nos quieren quitar. Se trata de la solidaridad. De unirnos en la memoria, que es el escenario y argumento que nos queda a las víctimas”.
Bien había dicho semanas atrás, el magistrado de la JEP, Gustavo Salazar: “El hallazgo de restos óseos en La Escombrera les devuelve la dignidad a las madres buscadoras”, sin esperar que la misma se viera amenazada una vez más por las acciones de censura de alcaldías, políticos y gente “de bien” que no toleran la conquista de las mujeres de la 13 y la verdad desenterrada: En la Comuna 13 se cometieron crímenes paraestatales que están siendo investigados en el Macro Caso 08 de la JEP - Subcaso Antioquia que se enfoca en los crímenes cometidos por la fuerza pública en colaboración con paramilitares en el marco del conflicto armado.
“Esto -según detalla la JEP- debido a que ambos crímenes se inscriben en la temporalidad y territorialidad establecidas, en el marco de 34 operaciones desarrolladas por la fuerza pública en la Comuna 13 entre 2001 y 2004”.
"¡Era verdad! ¡Tenían razón!" Las víctimas -en la voz de sus mujeres- demostraron tener la razón. Y, además de un logro para la búsqueda en sí misma que llevaba más de veinte años en un punto ciego, lo es para las mujeres. La abogada Adriana Arboleda, otra protagonista de todos los capítulos de esta larga historia de luchas y recientemente de triunfos, ha acompañado a las mujeres buscadoras como lo hizo la hermana Rosa, desde el Convento de la Madre Laura, en los años de Uribe, cuando susurrar daba temor, y en la casa de Dios encontraron refugios para compartir tragedias y comenzar a deshacer los pasos de sus hijos y maridos desaparecidos.
“El proceso en la Comuna 13 tiene rostro de mujer, en especial por las buscadoras. Las abuelas, las mamás, las hijas, las esposas, las hermanas, en general son las que buscan. En la 13 esas mujeres se han vuelto defensoras de derechos humanos, que entienden la búsqueda como un derecho y que han comprendido además que se trata de un esfuerzo colectivo”,
destaca Adriana, entre una charla y otra, una reunión y otra, una entrevista y otra -como el pulpo que describe Margarita- donde recuerda los responsables de los operativos militares en la Comuna 13 y las alianzas con paramilitares que llevaron al pico de desaparición forzada documentado por la Comisión de la Verdad, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el Grupo de Memoria Histórica (GMH), la Fiscalía General de la Nacional y más recientemente por la UBPD y la JEP: Leonardo Gallego, ex comandante de la policía Metropolitana del Valle de Aburrá; Mario Montoya, ex comandante de la Brigada Cuarta del Ejército; Luis Pérez; ex alcalde de Medellín; Marta Lucía Ramírez, ex ministra de Defensa; y el ex presidente Alvaro Uribe Vélez, líder político del hoy alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez cuya Alcaldía y Museo Casa de la Memoria ordenaron borraron, una vez más, un mural de Las Cuchas, a mediados de febrero.
“Lo que hace el Museo es aberrante”, opina Adriana. Ni Museo Ni Casa Ni Memoria, cantan ahora las víctimas y músicos que acompañan a ritmo de cumbia las jornadas de pintura que no cesan -semana a semana- desde enero. En cada sesión, una o varias mujeres buscadoras se hacen presentes. Amparo Mejía, María Elena Toro y Dora Lina Carvajal, de la Corporación Madres de la Candelaria Línea Fundadora, y otras buscadoras, se han unido a estos cantos y obras. En sus cuellos, como las señoras de la 13, de Soacha, y de tantos rincones de Antioquia, cuelgan las fotos de apuestos maridos, hijos, hermanas, madres y familiares. En el departamento antioqueño, donde se dieron la mayoría de las victimizaciones por el conflicto armado (2.2 millones de casos de los 9 millones inscritos en el Registro Unico de Víctimas -RUV- a nivel nacional) , también se ostenta el primer trágico lugar en desaparición forzada: 24 mil casos registrados, aproximadamente. En Medellín, serían unos 24 mil, y en la Comuna 13, alrededor de 500. El 70% de ellos, de acuerdo con informes de la Corporación Jurídica Libertad que preside Adriana Arboleda, ocurrieron entre 2002 y 2003.
Según el Registro que lleva la Unidad para las Víctimas, en Medellín se tiene cuenta de unas 720 mil víctimas del conflicto armado, del cual el 49,2% son mujeres. Como lo señala la Procuraduría en el informe entregado a la Unidad, en el conflicto urbano “el conflicto armado afectó a la mujer con la viudez y la responsabilidad única del hogar (...) Las mujeres fueron víctimas del fuerte control social que indicaba normas y parámetros de conductas para las habitantes del territorio o su instrumentalización como botín de guerra”. Dicha victimización, explica la Procuraduría, empoderó a las mujeres en el territorio para protegerse y buscar la verdad.
En la opinión de Arboleda, “a lo largo de los años hemos ido entendiendo que la vida va más allá de la victimización, y que ellas se entiendan como sujetas políticas, y han ido han ganado mucho en reconocimiento, en autoestima, y en entender la importancia de hablar de las violencias que han sufrido de muchas maneras. Todo eso las ha llevado a ser mujeres muy persistentes, resistentes, y que pese a las dificultades siguen buscando caminos para ser escuchadas”.
III
A las tres de la tarde, el último grupo de prensa autorizado para ingresar y registrar la renombrada Escombrera se acerca a las coordenadas donde, por fortuna para las buscadoras, se determinó como sitio estratégico para la prospección actual. En 2016, durante la alcaldía de Aníbal Gaviria, y por orden del Tribunal de Justicia y Paz de Medellín -que recibía testimonio de ex paramilitares sometidos- la Fiscalía acordonó y buscó en el polígono 1. Solo encontraron huesos de animales y empaques de alimentos que databan de los años noventa y dos mil, confirmado lo que algunos investigadores del CTI y las mismas víctimas sospechaban: que este botadero de basuras y escombros había sido removido y sus tierras estaban mezcladas lo que alejaba, aún más, la posibilidad de hallazgos. Pero nada detuvo entonces ni ahora a las mujeres. Hoy los periodistas se pasean en las excursiones que autorizan la UBPD y la JEP en visitas de media hora donde, a diferencia de la excavación anterior, no hay un container para los dibujos u objetos personales de las víctimas. Sus rostros y mensajes están siendo plasmados ahora en los muros de Apartadó, Villavicencio, Montería, Barcelona, Berlín, Catatumbo y hasta Envigado, en cuya temida “Oficina” nació alias Don Berna (Diego Murillo), jefe paramilitar y fundador del Bloque Cacique Nutibara, quien, tras ser extraditado a Estados Unidos, confesó que Orión y la incursión militar en la Comuna 13, así como la práctica de la desaparición forzada en la Comuna 13, ocurrió en connivencia de la Fuerza Pública y su estructura ilegal. En ese municipio del Sur del Valle del Aburrá se despliega hoy el mural más grande donde se lee en 120 metros que “las cuchas tienen razón”.
Para Yulieth Cortés, psicóloga y magíster en Psicología Comunitaria, en la Comuna 13 las mujeres han encontrado en la incidencia política un camino para el duelo. Su consultorio nació en el barrio Las Independencias justamente como respuesta a la necesidad de atención en salud mental de las madres, hijas y esposas buscadoras. Ahora, desde su oficina colorida en la centralidad de la Comuna, el barrio San Javier, Julieth o “Yula” dice con el pecho hinchado de orgullo: “Soy lo que ellas me han entregado”. El arte ha sido una forma de sanación utilizada en las terapias por Yulieth, tal cual lo vivió durante su infancia y adolescencia cuando su amiga Alexandra, de once años, fue asesinada por una “bala perdida” el 17 de octubre de 2002 durante la Operación Orión.
“Entra el helicóptero. Caen petardos. Caen las balas. ¡Todo! Y Alexandra muere. Cuando sé que es ella, es muy complejo para mí. Pero más triste fue cuando los medios de comunicación titulaban: no más flores para Alexandra, la vendedora de rosas de la Comuna 13”, relata Yula anotando que, para ella y para las demás mujeres, el duelo de sus pérdidas en este conflicto urbano no ha cesado, es circular y es diverso.
En la antesala de su área de consulta, dos murales que aluden a la luz y la oscuridad, elaborados por artistas locales, anuncian lo que mujeres y otros encuentran en sus terapias: pinturas, manualidades, diálogo, cuidado. “En nuestras mujeres el duelo se ha permitido ser un ejercicio de goce y de lucha, en especial cuando no hay objeto, es el caso de la desaparición, porque es un caminito que no termina, y donde ellas han sido y siguen siendo revictimizadas, pero también unas actoras que ganan terreno, que transmutan sus heridas y con una posición construida de manera experiencial y reflexiva, no arbitraria, sino elaborada y auténtica”.
Para la Yula, la receta que acompaña a las mujeres de la Comuna 13 que hoy hacen historia en la lucha contra la desaparición forzada y por el derecho a la búsqueda en Colombia, es de la mujeres sabias, astutas, sentipensantes, transparentes, que se admiran y se apoyan entre ellas, cuidadosas, cuidadoras, que se reconocen a sí mismas y las demás, con mucho valor y una voz propia, luchadoras, y que creen en sí mismas, en Dios y quienes acompañan su camino con una fe que, literalmente, hoy mueve montañas.
** Esta historia contó con el apoyo del taller ´Violencias basadas en género: los retos de su cubrimiento periodístico´, realizada por El Veinte con el apoyo del Instituto Colombo Alemán para la Paz - CAPAZ.
Fotos: Comunicaciones JEP
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