El ají más lindo, el de la paz
Alejo*, que se curtió en la guerra e inició una nueva vida con el Acuerdo de Paz, empezó a sembrar ají meses atrás. Le encagaron cultivarlo para restaurantes y empezó a ofrecerlo. Con las manos gruesas que antes empuñaba un fusil, ahora recoge la segunda cosecha de unas plantas altas y generosas que le dan 150 kilos cada vez.