Bailando venceremos
I
Cuando nos acercábamos al campamento, el Ejército –a lado y lado de la vía polvorienta– nos observaba a lo lejos. Pedro, el guerrillero que conducía la camioneta, no tuvo que esperar señales para detenerse. El motor ronroneaba mientras junto a su ventana apareció, en primer plano, el rostro del sargento que coordinaba unos seis muchachos armados que avistaban todo a orillas de este camino en las entrañas de La Guajira colombiana. Hacía calor.
–Buenas –se dijeron mutuamente mirándose a los ojos. Luego, estiraron el brazo y se apretaron la mano.