Música nueva para este baile

Los rumores son la nueva munición de guerra en estos tiempos de paz. Columna de opinión de Juan Mosquera.

Por: 
Juan Mosquera Restrepo

Los reportes empezaron a verse, primero, en medios extranjeros, luego en algunos impresos nacionales y después en la televisión y las webs de aquí y de allá. Los mostraron en formación de escuadra en mitad de la nada a unos, lavando ropa a otros, escribiendo en computadores a unos pocos, jugando fútbol a algunos, cocinando, bañándose a muchos incluso.

Tan sorprendente les resultó ver la vida cotidiana de mujeres y hombres con armas que ya no disparan que lo más intrascendente se convirtió en titular de reportaje. Un abrazo y la mirada de un par de novios llegó a la primera página. La selva es escenario y protagonista. Los combatientes sin guerra de por medio son vistos con una extraña mezcla de ignorancia y curiosidad, de indiferencia y prejuicio, de asombro y desprecio. Hay quienes los repudian, también quienes los aceptan. Son una pregunta que camina. Y también muchas esperanzas.

Ellos marcharon luego. Caminaron los pasos de la incertidumbre en hileras bien formadas dejando atrás sus campamentos hacia las zonas de pre concentración mientras las firmas frescas de tinta mojada empezaron a secarse sobre el papel. Caminaron por una ruta sin retorno dispuestos a una realidad distinta a la que han vivido por décadas. Por la ribera de un río, sobre la punta de un risco, bajo el camuflaje de la vegetación caminaron. Con el mismo silencio por años aprendido.

Y ahí están. Agrupándose finalmente para disolverse luego. Todavía les dicen FARC, pronto necesitarán otra palabra para nombrarlos, así como cada uno de ellos mismos necesita un nombre distinto al que les dio la guerra. Y cédulas de ciudadanía, claro. Ése es el comienzo. El nuevo comienzo.

Ha resultado una sorpresa para muchos descubrir que no son aliens, que no son cifras con uniforme, que tienen rostro, que son humanos con biografías, con historias vividas, gente –quién creyera- con expectativas. Los hay con sueños tan simples como aprender a leer y escribir, los hay también con el deseo de sembrar y cosechar, los hay –todos- con la ilusión de una vida distinta.

Las batallas de la paz son un combate distinto. Los rumores son la nueva munición de ataque. Alguien dice que los vieron tomando whisky en tal pueblo, el alcalde y los habitantes del municipio lo desmienten. Primer round. Luego vienen las fotos de la nochevieja en que bailaron, además, tres verificadores de la ONU y nace un escándalo. No es que no sepamos de justas proporciones, lo que pasa es que hay muchos interesados en que todo se vea desproporcionado. Segundo round. La indignación que alimentarán mañana tendrá que ver con el menú de lo que se comen porque lo compararán con la dieta del desempleado y mostrarán un plato lleno como una ofensa contra todos los platos vacíos que la inequidad sirve cada día en el país. Y así, round tras round. Que sí se bañan todos gastan mucho agua, dirán, o que son muchas las culpas que tienen que limpiar, insistirán. Que esto, que aquello, que lo demás. Se agitarán micrófonos. Ya se ve venir. Y a la estrategia le llamarán Denuncia. Podrán venir algunas ciertas, por supuesto, otras tantas serán falsas, ya la realidad nos ha enseñado.

Al pre agrupamiento de hoy le siguen las zonas veredales transitorias de normalización y los puntos transitorios de normalización y en medio de ese trámite habrá de obrar la justicia, la verificación, todo lo que comprenden esas páginas del acuerdo que son mucho más que simples páginas. Llegar a la firma fue difícil. Lo que  ahora empieza lo es igual o tanto más.

No son sólo algunos guerrilleros los que tienen que aprender a leer y a escribir. El país necesita aprender a leer las noticias que le presentan y aprender a escribir una historia distinta para que el mañana pueda ser de diferente, en verdad, alguna vez.