La paz, una fiesta: Relatos desde los Llanos (2)

Hoy en los llanos orientales, tierra de abundancia y dolor por años de confrontación armada, afloran las historias de paz. David González nos comparte diversos relatos sobre cómo se está viviendo el fin la guerra en su voz de cronista honesto. Aquí la segunda entrega.

Por: 
David Leonardo González

Un reconocido periodista colombiano, Álvaro Sierra, escribió una vez que Colombia era el país  de Dr Jekyll and Mr Hyde, una nación esquizofrénica. Por un lado una Colombia moderna, urbana y por el otro una rural, distante que vive intensamente un conflicto armado abierto.

El resultado del plebiscito se decidió en las ciudades. Mientras tanto en lugares como La Macarena, tan lejos de Bogotá, en tierras donde el Bloque Oriental de las FARC se ha enfrentado por décadas con el ejército Colombiano, los resultados fueron distintos. El sí a los acuerdos obtuvo un 74% de los votos. Para llegar allí, hogar del famoso Caño Cristales, el río de los siete colores,  hay solo dos caminos por tierra. Uno más accidentado que el otro.

La ruta  a través de los Llanos por Vista Hermosa es una larga trocha lodosa que se enrosca en  arroyos de agua cristalina matizados por algas rojizas y zapote, navegados por garzas rosa  y  asediados por caseríos de madera sin electricidad. Cada tanto en la carretera aparece un campero oxidado que ha quedado atrapado por siempre en el lodo.

Solo una caravana de vehículos  todoterreno reconstruidos con pitas y pedazos de metal, que se conocen en esos pueblos como la línea,  se atreve a hacer el viaje de cerca de diez horas cada ocho días.

Los vehículos van atestados de gente, conservas y medicamentos que van dejando de  a poco en cada lugar habitado. Cada vez que se entierra un jeep, los otros se encargan de halarlo. En la vía se ve Ejército hasta cierto punto. Luego, en la mayor parte del trayecto son integrantes de las FARC quienes detienen el carro para ver quién va a bordo.

En el viaje van tres turistas checos que vienen de visitar las tierras radioactivas de Chernóbil. Dicen que han viajado gran parte del mundo y nunca se imaginaron una ruta como esta. Ante cada amenaza de accidente reclaman a los colombianos y no comprenden porque ellos responden riendo como si fuera un largo viaje de montaña rusa. Un llanero recio de sombrero negro y unos setenta años les explica: “los colombianos estamos acostumbrados a reír en medio de la fatalidad”.   

Unas horas después de pasar La Macarena, un pueblo en el que seis eurodiputados viajaron a conocer una fosa común de cerca de dos mil cuerpos sin nombre en el 2010,  el vehículo se detiene en el caserío de La Tunia.

Un líder social, llanero de mil batallas sin armas, que va con su esposa y un atado de perfumes para vender en el pueblo, explica que ese caserío en los tiempos del despeje del Caguán llegó a tener cientos de habitantes, puestos de salud, escuelas, puentes y unas carreteras amplias que la guerrilla construyó.

De eso ya no queda nada. La Tunia es un pueblo fantasma. Hay poca gente y poca vida.  No hay estado, solo silencio. En las paredes hay pintadas recientes de las FARC.

La dueña de la única tienda no responde ninguna pregunta. Solo sonríe. Explica que sus hijos tardan dos horas diarias caminando hasta la escuela más cercana y que no tienen agua potable, pero sí ríos de aguas frescas que llegan hasta el Guaviare y morichales vivos que aparecen como oasis en esas llanuras sumidas en el olvido.  Las fibras estructurales de la guerra  se ven a ojo limpio en ese caserío. “Acá la paz no va a llegar pronto”, concluye el líder.   

 

Fotos: Jenny Moncada y Sebastián Fagua

 

Primera entrega:

http://generacionpaz.co/content/la-paz-una-fiesta-relatos-desde-los-llan...