Don Horacio, relatos de esperanza

Por: 
Elizabeth Yarce

 “El día que las Farc dijeron que entregarían las armas -relata Horacio- yo no creía. Me parecía mentira que eso fuera a ocurrir porque de tanta guerra que hemos visto uno desconfía de todo. Pero cuando vi que era cierto, no se lo niego, sentí que algo iba a cambiar”.

A sus 80 años, Horacio Ortiz Quiñónez no ha sabido cómo es vivir en paz y ahora quiere que las nuevas generaciones conozcan esa tranquilidad que le fue negada durante toda su vida, en La Plancha, vereda del municipio de Anorí, en el nordeste de Antioquia, donde viven 32 familias.

Padre de 13 hijos -y sin una cuenta clara de cuantos nietos y bisnietos hay en su familia- Horacio se siente orgulloso de ser campesino y de haber podido sacar adelante a sus seres queridos con un azadón, varias vacas y pollos. “Como la mayoría de aquí”, dice.

Como esa mayoría, padeció el dolor de vivir en una zona en la que distintos grupos armados han tratado de ejercer el control territorial y muchos civiles llevaron la peor parte. Aún así, encontró en el silencio y en el cerrar los ojos cada vez que la guerra retumbaba su vereda, una forma de supervivencia.

-¿Qué ha sido lo más doloroso del conflicto?

-Esas minas (antipersona). Todos los días uno sufría por todos. Por los niños, por las mujeres, por la gente que trabajaba, que ya allí se mató uno, que ya se quebró los pies. Todos sufrimos las minas. Y ya ahora está todo calmado. Esperemos que no quede ninguna mina.

-Cuáles grupos armados hicieron presencia en esta zona?

-Todos. Eso llegaba un uniforme nuevo y después el otro. ¡Ay por Dios! Los trabajos que pasábamos aquí cuando por ejemplo estaban los paracos allá en Anorí, Dios mío bendito. Nosotros pensábamos la ida a comprar el mercadito porque había un retén por allá en las lomitas y eso allá detenían a todos y el que no supiera el número de la cédula lo ponían a andar en los codos… Una persona forastera, por ejemplo, que nadie lo conociera o no hubiera quién intercediera por él, ahí mismo en una camioneta para por allá donde tenían el matadero ellos …

-¿Qué ganan los campesinos con la paz?

-  ¿Qué ganamos? Que vivimos más tranquilos. Cuando uno menos pensaba había un combate y por aquí hubo muchos… Entonces ganamos mucho. Eso sí, estamos esperando muchas cosas. Que venga mucho Estado, que no dejen que esto se dañe, que no entren más grupos porque el miedo es una cosa muy berraca y yo nací aquí y aquí me voy a morir, pero de viejo.

-¿Qué mensaje tiene para los jóvenes?

-Que trabajen. Hombre, el gran problema es cuando se quiere ganar la plata fácil. Yo levanté toda esta familia madrugando y con el machete en el monte, abriendo campo. El problema es que muchos jóvenes no quieren trabajar. Si nadie trabaja en el campo esto se acaba, perdemos todos…

¿Cree en la paz?

-Tenemos esperanza y hay que tener fe que esto sí se vea, que la paz sí se vea. Quién sabe más tarde que pueda pasar, eso es lo que dice la gente, que quién sabe más adelantico como se pondrán las cosas. Eso no lo sabe uno. Eso no lo sabe si no Dios.

Al igual que Horacio, los 139 habitantes de esta vereda donde se encuentra el Punto Transitorio de Normalización -PTN- La Plancha, están a la expectativa de que la paz llegue con garantías de seguridad y desarrollo, puesto que en Anorí aún persisten otras violencias, cultivos ilícitos y minería ilegal.

Horacio dice estar complacido: En La Plancha por primera vez se respira en paz. “No sabemos hasta cuando, pero a tener fe”. 

 

Por Elizabeth Yarce, Oficial de Información Pública, Regional Antioquia. 
Misión de la ONU en Colombia, Julio de 2017. 

https://colombia.unmissions.org/relatos-de-esperanza