Un primero de mayo de 1886 un grupo trabajadores inició una emblemática huelga en Chicago, Estados Unidos, para pedir trabajo justo y jornadas de ocho horas. Fue un gran movimiento de más de 200 personas que se extendió por esa región del país para, más tarde, el 4 de mayo llevar a la detención y pena de muerte de ocho líderes de la protesta, lo que llevó al mundo a comenzar la conmemoración del Día del Trabajador cada 1 de mayo.
En Colombia, la fecha tiene especial significado para el movimiento sindical que ha sido bastante golpeado en medio de los más de cincuenta años de confrontación armada, donde el Estado y grupos ilegales han perseguido a los sindicalistas por defender sus derechos, llevando incluso a la muerte de mucho de ellos.
Según la Unidad de Vícitmas, de 1977 a 2016, las violaciones al derecho a la vida y otros de este grupo de personas en Colombia han llegado a más de 13 mil. Alzar la voz por los trabajadores ha significado el sacrificio para muchos que, aunque no han asesinado, han tenido que marcharse del país por ello, o dejar a un lado las luchas colectivas para continuar vivos.
El derecho al trabajo, en momentos en que se avanza hacia un acuerdo final en los Diálogos de La Habana y la transición a la paz en Colombia, cobra especial importancia no solo para la clase trabajadora y sindical, sino en general para la sociedad pues en Colombia trabajo significa proporcionalmente paz.
Si más ciudadanos tienen oportunidades de trabajar dignamente, de ganarse la vida honradamente, serán menos quienes engrosen las listas de ejércitos y opciones ilegales. Es el caso de los campesinos cuya única opción es la siembra de hoja de coca y su venta a grupos armados que dominen sus territorios. O bien, de los jóvenes que en las ciudades tienen que hacer parte de la cadena de extorsión o expendio de drogas ilícitas como mecanismo de supervivencia frente a la escasez de oportunidades.
Si todos aquellos que han pérdido un ser querido, o han sido desterrados, o continúan buscando algún familiar desaparecido lograran que el derecho al trabajo se les garantice de forma decente y dignificante, sus luchas y su avance en el restablecimiento de otros derechos serán quizá más fáciles, y además, la reconciliación o los caminos de cambios que necesita un país que se piensa en futuro en paz llegarán con mayor apertura. Para las víctimas, aunque las más recientes políticas de Estado para ellas las han privilegiado en ciertos aspectos, no es hoy más fácil que antes o más fácil que para otras personas lograr encontrar un empleo o ingresos estables.
El gobierno nacional, por su parte, informa que Colombia es hoy el país que más empleo generó en Latinoamérica en los últimos años, de acuerdo con informacio´n de MinTrabajo publicada en redes sociales con el HT #TrabajoPorLaPaz. Otra es la opinión de usuarios como @nohoratovar para quien "Colombia viene eliminando estabilidad jurídica y tributaria para inversionistas; esto se verá traducido en desempleo".
Trabajo y paz no son dos pues dos palabras que forzosamente deban juntarse hoy. Trabajo es paz tanto en el campo como en las ciudades. Y un escenario de posconflicto sería insostenible sin garantía al trabajo digno para las mayorías.
Fotografía: Trabajadores en Cesar, Colombia, 1 de mayo de 2016