Retratos colombianos

Muchacha, mire, que si le toma una foto a ella también. Ella quiere salir en la foto.
—¿Ella es tu hija?
—Sí.
—Pero debo tener tu permiso para tomarle la foto.
—Ah, sí, hágale tranquila.
—Es muy bonita tu niña. Muy risueña... Óyeme... ¿y hace mucho que están aquí?
—Llegamos hace como veinte días, nosotros salimos con el segundo desplazamiento.
—¿Y qué les pasó? ¿Por qué salieron de allá?
—Por los combates. Esos grupos empezaron a darse bala por allá y a nosotros nos hicieron salir, nos dijeron que teníamos que dejar las casas. ¿Y qué más podíamos hacer? Nos tocó agarrar los corotos y salir. Dejar por allá tirada la casita.
—Ay, hombe... Este país.
—Ay, mija, si le contara... Si usted supiera cómo es esto de duro.
—Mi señora, yo no sé ni qué decirle.
—Tranquila, muchacha, que esto no es culpa suya, con que se acuerde de nosotros y vuelva, está bien. Muéstreme más bien la fotico.
—Claro. Vea, pues, como quedó. Muy linda, ¿no?
—Jajajaja, sí.
—¿Y cómo hacés con ellos?
—¿Con quién?
—Con los niños.
—Ah, no, no es fácil.
—¿Ellos entienden lo que pasa?
—No, esta chiquitica, no. La más grandecita entiende un poco más.
—¿Cuántos años tiene la más grandecita?
—Catorce.
—¿Y esta?
—Seis añitos.
—¿Y no pregunta?
—Sí. Esta, por ejemplo, estaba llorando anoche.
—¿Y por qué? ¿Qué te decía?
—Que se quería devolver para la casa, que quería dormir en su casa, que por qué no nos devolvíamos, que por qué estábamos acá durmiendo tan maluco en este piso.
—¿Y qué le respondiste? 
—La abracé y le dije que no. Le dije no, mi amor, todavía no nos podemos regresar.
—¿Y no te preguntó más?
—Sí, preguntó que por qué no podíamos, pero uno le embolata el tema por ahí con cualquier otra cosa.
—... Qué impresión los niños, ¿no? Es que mirá, siguen sonriendo. Pasa de todo y los niños siguen sonriendo.
—Sí, pero es que muchos todavía no saben que esta noche tampoco vamos a poder devolvernos para la casa.

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