En lo alto del pico del monte Ami´l, a 1600 metros del nivel del mar, al sur del Líbano, la organización político-militar Hezbollah, considerada terrorista por el Departamento de Estado de Estados Unidos, subió los tanques de guerra israelíes que destruyó en el 2006 y construyó un monumento a la resistencia: Mleeta, donde la tierra le habla a los cielos -dice su slogan-.
Para llegar a Mleeta hay que bordear por dos horas una serie de montañas hacia el Sur del Líbano, cerca de los convulsos territorios de los Altos del Golan, ocupados por el ejército israelí desde los 80 y escenario de enfrentamientos regulares entre Libaneses, Sirios e Israelíes. La ruta está marcada por montañas nevadas y ciudades pequeñas de mayoría chiita que surgen sobre la carretera.
Se sabe que se ha entrado a territorio de Hezbollah cuando en el paisaje empiezan a surgir carteles con imágenes de jóvenes mártires, militantes de esa organización, armados con fusiles y vestidos con camuflados. Sin embargo son pocos los hombres armados que se ven en las calles y la vida en esas villas transcurre tranquila en medio de la constante tensión más allá de las fronteras.
Esa tranquilidad se entiende sí se sabe que son muy pocas las personas en el Líbano que consideran a Hezbollah una organización terrorista. Para la basta mayoría es un partido político musulmán de la minoría chiita apoyada por Irán: “El partido de Dios”, la llaman.
La profesora Judith Palmer Harik, de la Universidad Libanesa-americana de Beirut, autora de “Hezbolla, The changing face of terrorism” explica que Hezbollah “Se ha transformado desde una milicia radical clandestina hacia un partido político moderado con una ala militar de resistencia.”
Hoy por hoy, parte del mundo árabe, desde Irán hasta Siria y amplios sectores de la sociedad civil, consideran a Hezbollah una fuerza política legitima. No piensan lo mismo los países del golfo y sus aliados, quienes en su disputa por el poder con Irán, emitieron una resolución declarando a Hezbolah como grupo terrorista.
En los ochenta durante la larga guerra civil que azotó el Líbano algunos de los ataques a edificio americanos y los secuestros de aviones fueron atribuidos por el Departamento de Estado a esa organización chiita. Desde entonces, en occidente la mirada hacia Hezbollah es muy distinta.
Lo cierto es que a pesar de las presiones, el gobierno Libanes ha incluido a Hezbollah entre su escenario político electoral. Y hoy el partido chiita cuenta con algunos diputados en el parlamento nacional.
Mleeta ¿Terrorismo o resistencia?
Luego de pagar dos dólares por la entrada al monumento, un hombre nos pregunta de donde somos y nos entrega un folleto en ingles con el mapa del sitio. En la parte central hay pedazos retorcidos de metal, tanques de guerra israelíes oxidados, lanzacohetes destruidos envueltos en una telaraña metálica.
“Este es un sitio de memoria, de honor a nuestros combatientes” Explica Holim Habhab miembro activo de Hezbollah y orientador en el lugar, un hombre de unos cuarenta años, barbado y de gafas que lleva una gorra con los logos del sitio. No es un combatiente, es un activista político.
Habbab cuenta que los tanques que forman el monumento central los trajo la organización “Son tanques reales destruidos en la guerra del 2006, la guerra que ganamos a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, el de Israel.”
En el 2006, en medio de las constantes tensiones entre un bando y otro al sur del Líbano, Hezbollah disparó una serie de misiles contra los puestos fronterizos de Israel y secuestró a dos de sus soldados. A cambio pedía la liberación de centenares de presos políticos pro palestinos.
La respuesta de Israel, no se hizo esperar. Bombardeó por tierra, mar y aire decenas de pueblos, incluso el sur de Beirut, en zona de campamentos palestinos, y en julio de 2006 invadió la parte sur del Líbano. Por cerca de un mes hubo enfrentamientos directos entre las partes, que dejaron más de mil libaneses y cerca de 200 israelíes muertos.
Al final los dos lados se declararon vencedores. Pero eventualmente Israel reconoció la derrota y las fallas en la incursión militar del 2006. Para el mundo árabe, fue la primera derrota del invencible ejercito, lograda por un grupo de militantes y mártires.
“¿Sabe cómo derrotamos a Israel? Fue la guerra de guerrillas. Los desangramos de a poco, como hizo el Che Guevara en Cuba, como hicieron los españoles con Napoleón. Pequeños ataques por un lado y por el otro. Incluso a través de nuestros jóvenes con explosivos pegados a su cuerpo.” Explica Habbab mientras recorremos un puente que se alza sobre los escombros de armamento destruido.
Habbab cuenta además que en ese lugar estaba el comando central de resistencia, por eso lo eligieron para hacer el monumento. Saca un mapa y nos muestra la ruta. “Si van por el camino van a encontrar las trincheras, los túneles del comando central, los morteros y motos que usamos para derrotar a Israel”
El camino se adentra en la montaña y por momentos se siente como si estuviéramos en un parque museo europeo cualquiera. Cada tantos metros hay avisos en árabe e inglés que explican sobre el armamento usado, que cuentan la historia de un mártir, que muestran frases de políticos judíos reconociendo la derrota de Israel. Hay recreaciones de los soldados de Hezbollah luchando, alzando un lanzacohetes, atendiendo un compañero herido, camuflados entre los robles, orando.
El túnel es una replica exacta del comando central de Hezbollah en esa zona: Con computadores de los ochenta, radioteléfonos y botiquines con la media luna roja. También hay un teatro, que exhibe permanentemente un documental de propaganda militar, con música dramática y escenas crudas de combates.
Por momentos el exceso de propaganda militar es sofocante. Poco se dice de la red de organizaciones sociales (Hospitales, Escuelas) y del trabajo social y político en territorio que ha realizado Hezbollah en el marginado sur del Líbano, trabajo, financiado con dinero Iraní, que le ha significado su crecimiento en la arena política libanesa.
Es este trabajo político en tierras chiitas, históricamente olvidadas y deterioradas por el corrupto gobierno central, lo que ha significado que amplios sectores del país (Incluso cristianos) apoyen a Hezbollah y su modelo de gobierno.
En la parte alta de la montaña hay un mirador. Tiene una fuente de agua que brota sobre una plaza adoquinada. Al fondo se alzan los altos del Golam, nevados y enormes, una zona deshabitada donde parte del ejército israelí mantiene su fuerza. Unos kilómetros más allá está Siria con su guerra. Al sur está parte de Palestina. El cielo rosa de las cinco tarde alumbra los picos de las montañas ocultas.
Le cuento que en Colombia es muy poco lo que se sabe de Hezbollah, solo que tiene el rotulo de organización terrorista, como también lo tienen las FARC. “Claro, pero la pregunta es ¿quiénes son los que deciden qué o quién es un terrorista? ¿Qué poder toma esas decisiones? Miren es muy fácil atacar un teatro, un periódico, pero nosotros no atacamos civiles, solo hacemos operaciones militares. ¿Pero a quién estamos afectando? En la respuesta a esa pregunta usted entiende porque algunos nos rotulan como terroristas”.
Agrega que a su discurso lo quieren anular, invisibilizar para poder vencerlos. Por eso hicieron ese monumento a la memoria, para que la gente no olvide quienes son y a dónde quieren llegar.
Le pregunto a Habbab como cree que va a terminar ese conflicto. Se toma su tiempo para responder: “Esto solo va a terminar con el desmantelamiento de Israel.” Luego respira profundo y me dice que es hora de regresar a Beirut, que en esa zona, la noche no es tan segura para los extranjeros.