Quizá nunca antes en la historia de Colombia habíamos estado ante tan inmensa y urgente oportunidad de explorar una cualidad que es bella, sencilla y está llena de sentimiento: la hermandad. Ahora que escuchamos más atentamente a las víctimas y nos solidarizamos con su dolor; ahora que, por medio de la tecnología, podemos conocer las condiciones de vida de los diferentes habitantes del territorio; ahora que damos pasos para reparar las viejas heridas y buscamos resolver problemas antiguos; ahora que se acerca la paz, podremos darle sentido y hacerla más tangible, si entre nosotros los colombianos
hacemos un tremendo esfuerzo por mirarnos como hermanos, sin distinción de la etnia, el acento de las regiones, sin excusas de credos o divergencias políticas. Parece una utopía. Pues quizá todavía no sea demasiado tarde para comprometerse con la convivencia, la solución pacífica de conflictos y la defensa y promoción de los derechos humanos. Si se firman los acuerdos en La Habana estaremos, por supuesto, muchos pasos más cerca de lograr la paz. En cualquier caso, es en casa y en los territorios donde sabemos cómo se levanta un país de las cenizas.
Fotografías: Focos Narrativos