Hacer la paz no significa “perdón y olvido”. A lo largo del país hay hombres y mujeres (viudas, huérfanas, hermanas, tías, sobre todo) que se han levantado desde el lecho de su dolor para reclamar su derecho a la memoria.
¿Y por qué recordar? Porque la impunidad se alimenta del olvido, del engaño, del silencio y la indiferencia. Recordar es clamar por la verdad y por la justicia.
Tienen derecho a una paz sin impunidad, pero el mayor anhelo expresado por algunas víctimas en sus testimonios es conocer al menos parte de la verdad y las razones ocultas: en dónde están sus hijos, quiénes y por qué les hicieron daño.
Esas víctimas, mujeres en grandes cantidades, seguirán allí, de pie, resistiendo a la indiferencia, resistiendo, enseñando sobre la historia no oficial del país, sobre cómo transformar el dolor en activismo y señalando el rumbo donde aún podemos buscar esa verdad que nos fue enterrada.
La memoria es entonces resistencia sin armas.
En medio de las balas de unos y otros por décadas, hombres y mujeres valientes han sabido sobreponerse de las pérdidas propias y salir adelante con sus familias, o bien, arrastrando con su inspiración y coraje pueblos y comunidades que gracias al liderazgo de algunos que resisten pacíficamente no solo han sobrevivido sino sembrado las semillas de una nueva generación que empieza a florecer: Generación Paz.
Fotografías: Focos Narrativos