¿Y si me matan? (1)

El ejercicio de un líder social es silencioso, muchas veces incomprendido, pero imprescindible escribe el antropólogo y gestor de memoria, Andrés Arredondo, en su carta a Colombia. #Campaña #YSiMeMatan

Por: 
Andrés Arredondo

Querida Colombia: ¿Y si me matan?

Desde que me acuerdo he oído hablar en Colombia de cierto sector responsable de un conjunto casi infinito de amenazas, destrucción, miedo, asesinatos, en resumen, de muerte. Es un sector que representa a la muerte. Tal como si la leyenda cobrara vida y la mismísima calavera con su osamenta entre jirones de tela, blandiendo una guadaña filuda, hiciera su horripilante viaje por toda la geografía nacional.

A ese factor de miedo y violencia también se le ha llamado, con nombre encubridor: “fuerzas oscuras”, como tratando de ocultarlo en una especie de cuerpo sin rostro ni identidad. Es un monstruo que se sirve del anonimato para acrecentar el horror que sabe producir. Se dice que las fuerzas oscuras están integradas por simples criminales a sueldo; otros aseguran que se trata de miembros disolutos de la misma institucionalidad y otros más hablan de estructuras paramilitares, las mismas de siempre. Pero para nadie es secreto que tan siniestras fuerzas tienen por cabeza gentes de muy arriba con poder.

Hoy quiero creer, con la fe y la resolución de la Generación Paz, que a través de esta misiva los convenzo de abandonar la opción de la guerra para que de una vez permitan que la paz prospere en Colombia. Consideren que durante doscientos años de vida republicana han sido pródigos en sembrar zozobra cegando la esperanza encarnada en los mensajeros de la paz y el cambio.  Desde el filo criminal que derribó a Rafael Uribe Uribe, pasando por los proyectiles cobardes sobre los cuerpos de los obreros bananeros, los estudiantes capitalinos, el gran líder liberal, los exguerrilleros del llano, los sindicalistas, los excombatientes que buscaban una oportunidad o el humorista que señaló un horizonte con una sonrisa, hasta los líderes campesinos, las mujeres, indígenas, estudiantes, gentes del barrio y la universidad, y cientos más en nombre de los cuales es preciso gritar ¡No más! ¡Ni una, ni uno más!

 

El ejercicio de un líder social es silencioso, muchas veces incomprendido, pero imprescindible. Su papel es crear vínculos y proponer alternativas invocando la potencia que vive en lo comunitario. Puede afirmarse que ser líder comunitario hoy en Colombia es lo mismo que ser gestor de paz, pues es aquel que por decisión propia se ocupa desde sus pequeñas o grandes acciones en aclimatar la paz, es decir, en alcanzar un marco de vida digno y en convivencia para todos. Como no es ingenuo sabe que no existe la paz absoluta, pero también está convencido de que no estamos condenados a la guerra y a la muerte provocada entre hermanos, casi siempre azuzada desde intereses oscuros.

 

El acuerdo alcanzado entre las FARC y el Gobierno Nacional es un triunfo que no se le puede arrebatar al pueblo, quien ha puesto la mayor parte del sufrimiento y la sangre en esta confrontación. Hoy, cada ciudadano es imprescindible en el difícil camino de construir la paz. Si la negociación fue difícil, la implementación lo puede ser aún más, pero ese no es un atributo negativo de este proceso, por el contrario, se trata de un logro colectivo y un precedente histórico que indica que la paz es posible y que la debemos construir con los líderes sociales de este país, es decir, con todas y todos.