Llegar juntas al Concejo de Medellín

Doris Gómez nos cuenta cómo fue su experiencia en el primero movimiento de político de mujeres de Colombia, que acaba de lograr una concejala en Medellín. 

Por: 
Doris Gómez

Lo había esperado durante muchos años. Muchas, como yo, aunque con una inquietud constante por nuestra ciudad y su política, nunca habíamos participado en una campaña electoral y fue este el primer escenario para hacerlo porque nos convocó una causa poderosa y emotiva: llegar al Concejo de Medellín en 2020 como el único movimiento político de mujeres, para hacer control político y proponerle una agenda de trabajo a la ciudad que visibilice a las mujeres, reconozca la importancia del cuidado y de la vida de todos y todas. 

En un país con tantas cifras de violencia contra las mujeres, con una política de muerte imperante como bien lo denomina nuestra aliada Francia Márquez, pero con un trabajo de base riguroso, intensivo y constante de muchas organizaciones sociales, especialmente de mujeres resistentes a la guerra, dar el paso a la política electoral era necesario e inevitable también.

Me integré al círculo María Teresa Uribe, uno de los casi 40 que integran la base del movimiento y que en febrero de 2019 llegó a convocar 2039 mujeres de Medellín de muy diversas zonas de la ciudad, corrientes políticas, visiones de mundo y de ciudad. Me encontré allí con amigas de la universidad y de la vida, con quienes me emocionaba y aun me emociona compartir este sueño de transformar la política en colectivo.

Mi primer círculo estaba mayoritariamente conformado por mujeres del mundo de las comunicaciones: periodistas, comunicadoras, diseñadoras gráficas, realizadoras audiovisuales, porque si cada una invitaba a sus amigas y personas más cercanas, era obvio que la red terminara siendo particularmente homogénea.

Pero también hay otros círculos conformados por mujeres populares, artistas, amas de casa, cada uno nombrado como homenaje a mujeres valerosas, algunas olvidadas por el relato histórico patriarcal, que desde su quehacer contribuyeron y contribuyen a cambiar nuestras vidas: Teresita Gómez, Andrea Echeverri, Policarpa Salavarrieta, Betzabé Espinal, etc. 

La elección de las candidatas fue un bello proceso de reconocimiento y fortalecimiento interno: cualquier mujer de las 2039 inscritas podía postularse a formar parte de la Lista cerrada que presentaríamos al Concejo de Medellín. Aquí se midió lo que implica Estar Lista para dar el paso y postularse: reconocernos sensibles, capaces, formadas, y reconocer también en otras esas capacidades. Se materializaron las barreras de las mujeres en la participación política, al ser un escenario primordialmente masculinizado hay un sin número de sesgos y falsas creencias que se nos presentan a la hora de  tomar la decisión, entrar y mantenernos: “me da pena”, “no soy suficientemente buena para postularme”, “hay otras mejores”, “más adelante o en otra oportunidad será mejor”…

Por eso, el apoyo de los círculos fue fundamental para generar un ambiente de confianza, reconocimiento y validación de nuestro estar en la política, aquí se empezó a fortalecer la idea de una candidatura conjunta: ninguna estará sola, somos un movimiento y campaña colectiva.  De ese proceso salen más de 40 mujeres postuladas y una lista de 14 valientes que decidieron ser los primeros nombres que Estamos Listas le presenta a la ciudad como candidatas en marzo de 2019. Allí quedó mi amiga Dora Saldarriaga como cabeza de lista: se junta el sueño de todas con el de una mujer que siempre tuvo claro que quería estar en el Concejo de Medellín, un magnífico encuentro que hoy hace que Estemos Listas esté en el Concejo con Dora como concejala. 

El siguiente reto, el de conseguir firmas, fue un primer escenario para enamorar a Medellín de Estamos Listas. Necesitábamos 15.000 firmas para inscribir nuestra Lista, deberían ser más para garantizar que frente al porcentaje de posibles firmas anuladas siguiéramos conservando el número requerido. Empezó el trabajo en calle, armar la narrativa para contarle a la gente qué estábamos haciendo y por qué queríamos participar en la contienda electoral local. Nos encontramos con más barreras adentro y afuera. Muchas mujeres no tenían tiempo, otras sentían vergüenza de pedirle una firma a sus amigos y familiares, no estaban listas para salir a las calles y asumirse activas y visibles en la política electoral.  Empezamos a comprender lo que implica el camino para llegar al Concejo y la importancia del trabajo de todas, de manera permanente y voluntaria. Logramos 41.000 firmas y fuimos el primer movimiento en inscribirse por firmas al Concejo de Medellín, ya estábamos rompiendo paradigmas, marcando precedentes y sembrando una semilla de amor. 

María Teresa Uribe, así como otros círculos, creció tanto que era necesario dividirlo para garantizar un trabajo más cohesionado y un apoyo más directo  para la consecución de votos. Asumí dinamizar mi propio círculo con Cata, a quien conocí en este camino. Nació el círculo Rosita Turizo, en homenaje a una de las primeras sufragistas de Colombia, fundadora de la Unión de Ciudadanas,  allí llegaron muchas de mis amigas y de las amigas de Cata, y mujeres que fueron llegando a través de conversaciones espontáneas en la calle, las redes sociales, referidas por otras. 

Solo con votos llegaríamos al Concejo, pero ¿Cómo conseguirlos?. Esta fue una tarea titánica. Ya en campaña y a medida que la estadística entró a hacer parte de nuestro día a día entendimos que no era suficiente la simpatía por este proyecto colectivo, o los votos míos y de mi familia. Para llegar al Concejo mínimamente cada mujer de los círculos debía conseguir 100 votos más, individualizarlos, registrarlos en un diario electoral y cuidarlos hasta el día de las elecciones. Paradójicamente, este, que era el último paso para llegar a la meta, nos mostró el poco conocimiento que tenemos de la estrategia y táctica electoral y sus mecanismos de operación. La euforia y la efervescencia se diluía a la hora de fijarse metas de votos a conseguir y cumplirlas. Una firma recolectada no era necesariamente un voto, tampoco un like en redes sociales,  y si no hay votos no hay curules. 

Otra vez el trabajo motivacional por círculos era la clave: salir a buscar votos entre nuestros contactos cercanos, la invitación a reuniones en la Casa de Estamos Listas con las candidatas, la estrategia digital y publicación de contenidos de interés en redes sociales, los recorridos por la ciudad empezaron a enlazarse de manera coherente en una estrategia de campaña basada en el amor por Medellín y la confianza.  De otro lado, cada vez más personas, hombres y mujeres, se iban sumando al movimiento y la iniciativa de unas pocas mujeres que se encontraron después del No en el Plebiscito por la paz, se convirtió en una luz de esperanza para muchas. 

Tomé la decisión de ser testiga electoral el día de las elecciones, también por primera vez. Siempre voto en Plaza Mayor, el mayor puesto de votación de mujeres en Medellín. El 27 de octubre, con una emoción que no me cabía en el cuerpo fui testiga de la votación de cientos de mujeres de mi cuidad: pocas llegaron temprano, muchas fueron con sus hijos e hijas, reconocí a varias integrantes  del movimiento y otras me reconocieron a mí, muchas dejaron su voto para el final de la jornada, pero llegaron. Mientras transcurría la jornada motivaba a mis compañeras de círculo para que reportaran su voto y el de sus amigos y familiares. 

Me conecté a  la radio desde el momento mismo en que se cerraron las mesas de votación. Mientras veía el conteo premoderno que aun tenemos, celebrara el reporte del comportamiento electoral en el país. Hacía mucho tiempo no recibía noticias alentadoras al final de unas elecciones.  Aunque hubo un gran porcentaje de abstención, al final de la jornada y luego del registro aproximado de nuestros votos en ese puesto de votación, tuve el pálpito, el buen pálpito de un triunfo de Estamos Listas. 

Rumbo a la Casa sede de nuestra campaña con mis dos compañeras testigas, soñaba no con una curul, sino con dos. En la sede había una euforia tímida, caras expectantes, pero con esa alegría que siempre nos genera el encontrarnos. Avanzaba el conteo de los votos en el resto de la ciudad y nuestra votación nos acercaba lentamente a una curul en el Concejo, pero solo muy avanzada la noche fue irrefutable que Estamos Listas llegaba. Nuestra concejala electa llegó y todas nos unimos en un grito de victoria y un aplauso sin final. No solo logramos una curul en el Concejo, también tenemos dos edilesas en Santa Elena producto de una campaña preciosa por la JAL que merece su propio relato. 

Hicimos campaña con las uñas, aprendiendo en el camino y dejando mucho de nosotras ahí: sonrisas, rabietas, dudas, lágrimas. No fue fácil construir una campaña colectiva cuando los referentes han sido los partidos tradicionales y los liderazgos carismáticos primordialmente masculinos. Encontré mucho de esa forma de hacer política también dentro del movimiento y sin duda, algunas de quienes llegamos seguimos con expectativas que no fueron cubiertas. Ese camino de la construcción colectiva dejó a varias en el camino que quisieron sumar y no encontraron dónde o cómo. No puedo dejar de creer que fortalecernos más internamente se hubiera podido reflejarse en más votos y más curules…

Así como hay mucho por celebrar y agradecer es evidente que aprendimos y debemos seguir aprendiendo de cara a un proyecto que llegó para quedarse. Para mí, en lo interno, es vital aprender a darle trámite y lugar a las diferencias: ser un movimiento, o una campaña colectiva no es sinónimo de unicidad; frente a esta ciudad quisiera que desde este movimiento nos pensemos  cómo romper la falta de convicción frente al poder transformador de las mujeres en la política que sigue siendo una idea generalizada en nuestro entorno; así como la apatía generada por la política electoral que se refleja en los altos índices de abstención que aún tenemos. También, el por qué si las mujeres somos las que más votamos, hemos obtenido los resultados que se reflejan hoy en la composición del Concejo al que llegamos: con una derecha atornillada y fortalecida. 

Ahora sigue, claro está, trabajar por cumplir este sueño y permanecer.

Fotos: Cortesía Estamos Listas